Recientemente, el lunes 26 de setiembre de 2016 para ser precisos, ya que estamos hablando de un día histórico, ocurría un hito en la gastronomía de este país de tierra colorada al que con cariño llamamos Paraguay.
Un país en donde, también con cariño, un personaje más grande que la vida misma, un hombre nacido en Uruguay y malcriado en Paraguay, como él lo dice, en el año 2010 bautizaba con las palabras “TIERRA COLORADA” al restaurante que unos cortos 6 años más tarde pondría a Paraguay entre los top 50 de latinoamérica, según lo califica el certamen The 50 Best Restaurants o World´s 50 Best, como mejor se lo conoce.
“Es un Oscar esto para nosotros” exclama Rodolfo “El Chapori” Angenschteidt con la -bien merecida- emoción de un niño al que eligieron para entrar a la cancha a jugar. Recibir una distinción que tiene su tiempo de espera, no solo para este artista de la mandioca, sino para todos su comensales parece ser un alivio colectivo, un gol que todos estábamos esperando sin demostrar ansiedad al inexistente rival.
Ojo, no estoy hablando de extremos fanáticos del Paraguay y su comida por ser simplemente paraguayos. Estoy hablando de sibaritas, que ya comieron no solo en restaurantes como Central, del gran Virgilio Martínez (aún número uno del mundo) sino también algunos que -inclusive- ya visitaron el nirvana de Massimo Bottura, La Osteria Francescana y con conocimiento de causa dicen que la cocina de esta Tierra Colorada no debe envidia alguna a ni una otra. Y ese tipo de oraciones son las que a mi me dan cutis de ave.
Tierra Colorada, número 47 de latinoamérica y primer restaurante del Paraguay en entrar a la lista, lo cual ante los ojos de este certamen lo denomina “El mejor restaurante del Paraguay”. Y por un momento, la sensación de que la lupa de la gastronomía mundial curiosamente se coloca encima de nuestro país. La sensación de que empezaremos a ver un poco más de turismo gastronómico se hace inminente, la charla entre chefs sobre esta nueva vara se hace más fuerte, la idea de soñar con este escenario mundial empieza a sonar como un plan y no un sueño para estudiantes de la carrera gastronómica. El Paraguay empieza su reivindicación en la búsqueda de saber sobre su sabor, de ser más Paraguay que nunca.
“La única cocina del mundo que no ofrece barreras sociales es la cocina Paraguaya. Una sopa paraguaya, un buen pedazo de chipa guasú, se sirve en la mesa del más pudiente y del más necesitado todos los domingos del año en Paraguay.” Recuerdo vívidamente el momento en que El Chapori exclamó esas palabras, parado en un escenario en la madre tierra, casi descolonizandonos ante el público presente. Haciendo lo que él hace siempre cuando alguien le pide una foto, levantar el puño con orgullo y decir “¡Vamos carajo, de la gran p***!”.
Una constante energía de si se puede porque se debe es lo que le trajo hasta aquí a este caballero, este cocinero que con respeto y admiración recibe el espaldarazo de su equipo que suena “¡SÍ CHEF!” cada vez que da instrucciones, a la merced del tiempo y la receta, que debe salir una y otra vez, simplemente impecable.
Muchos olvidan que la palabra Chef significa Jefe, particularmente muchos cocineros que están empezando a estudiar el arte culinario con erroneas ganas de que la gente le diga “pero vos sos todo un chef”. Hay que tener cojones para ganarse el respeto de que te digan cocinero, y posterior a eso hay que tener cojones de hierro bañado en bronce para formar un equipo dentro de un templo llamado cocina y que todos celebren la visión de la que vos, como jefe, no dudas ni por un segundo, y solo ahí en ese momento, te des el lujo de desayunar con el cortés saludo de tus discípulos, que suena algo a “Buen día Chef”.
Tengo el absoluto honor de llamar a Rodolfo Angenschteidt mi amigo, y lo celebró no sólo por su tenacidad y profesionalismo en la cocina, sino por su calidad de verdaderamente ser humano. De apreciar la vida, ni en el antes, ni en el después, sino constantemente en el ahora, con los ojos bien abiertos y cada tanto mirando al cielo para tirar un guiño y un beso a esa estrella que lo hace brillar en esta tierra colorada.
A la salud de aquel que alguna vez dijo “Yo empecé a cocinar antes de saber de qué quería ser cocinero”, ¡SALÚ CHAPORI CARAJO!